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Al llegar al coto había niebla y estuvimos bastante rato esperando a que se despejara, cuando calculemos que ya se podía cazar, soltemos los perros y al tajo. Al principio cacemos un mechón corrido de coscojas, para entrar en un jaral revuelto con romero, los perros no pararon de echar conejos, pero era casi imposible el cortárselos. Decidimos cambiar y meternos en unos mechones muy espesos de coscoja, pero al entrar los perros apenas echaban conejos, y era porque los conejos estaban encerrados en los filos de los mechones que están rodeados de piedras amontonadas, májanos. Esto es la primera vez que lo veo en este coto, porque estos mechones y estas piedras ya las hemos cazado barias veces y nunca se encerraron tanto como este día. Las cachorras daban con uno de tras de otro, a Cristóbal lo hicieron trabajar. La percha fue casi mas abultada de conejos vivos que muertos.